La labor del abogado defensor no suele ser fácil. Normalmente se enfrenta en con todo el poder del estado. La contienda no podría ser más desigual. Sin embargo, en medio de esta lucha de David contra Goliat, si hay algo que de verdad puede dificultar enormemente su trabajo es el propio cliente.
Por algún extraño motivo a los abogados, como a los médicos, rara vez se les cuenta la verdad, y cuando se hace se ocultan datos vitales que pueden cambiar radicalmente las cosas. Suele suponer una inmensa vergüenza en revelar determinados aspectos de la vida hasta el punto en que ni siquiera se reconocen bajo el paraguas del secreto profesional.
El secreto profesional supone que cualquier información que se haya obtenido por razón del cargo no podrá ser divulgada. Por descontado tampoco será obligado a ponerla en conocimiento de las autoridades, con independencia de que se le haya confesado la culpabilidad en el procedimiento en cuestión o incluso en otro procedimiento.
Aun así el cliente medio insiste en mantener la mascarada hasta el final o, a veces, hasta que por el desarrollo de los acontecimientos no queda más remedio. Este hecho es independientemente del ámbito jurídico en el que nos movamos. No somos pocos los abogados que, sin esperarlo, nos hemos encontrado un hecho alegado por la parte contraria que echa por tierra nuestras argumentaciones y que, de haber conocido de antemano, habría cambiado la defensa.
Especialmente en materia de Derecho Penal, la idea de “cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra” que tantas veces escuchamos en televisión, ha calado demasiado bien en la conciencia colectiva. Tanto es así que en muchas ocasiones se miente al abogado tan descaradamente que tiene que procurar la defensa ignorando por completo a su defendido, lo que significa que se va a enfrentar en solitario y desinformado a una acusación con todas las cartas en su mano.
Hemos de aclarar que es cierto que en caso de duda es mejor no declarar hasta que se haya planeado la defensa, tal y como se dice muchas veces hasta la saciedad, pero esto significa no declarar ante la autoridad, no ante su abogado. Resulta vital informar al abogado de todas las circunstancias relacionadas con el caso en cuestión.
Independientemente de la culpabilidad o no del defendido, informar correcta y sinceramente al abogado no va a perjudicar en nada y puede beneficiar inmensamente los intereses del cliente, ya que permitirá plantear una defensa más completa, con argumentos convincentes y preparados para lo que pueda ocurrir. Si no se ha cometido el delito o el mismo no resulta acreditado, haber dicho la verdad a su abogado no le perjudicará lo más mínimo. Por el contrario, si las pruebas son suficientes para que exista una condena, su abogado estará preparado y podrá conseguir una sentencia lo más beneficiosa posible.
En definitiva. Si ha sido capaz de depositar en su abogado la confianza suficiente como para que defienda su caso, hágase un favor y confíele también todos los detalles y permítale hacer su trabajo de la mejor manera.
Julián Martinez G.
Abogado penalista Laboratorio Jurídico
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