El pasado 26 de mayo, la Mutualidad de la Abogacía invitó a los abogados a ver la película de X-Men: Apocalipsis en un evento acompañado de un pequeño espectáculo de magia de Luis Boyano.
Si bien es cierto que a cualquier persona le puede parecer extraña la elección de dicha película para un evento de aburridos y serios abogados, me gustaría aprovechar la película para iniciar lo que será una serie de artículos sobre distintos aspectos del derecho en historias de ficción: “Ficción legal”.
En el caso de X-Men encontramos un mundo donde las personas han evolucionado hasta adquirir poderes sobrenaturales. Se trata además de un universo en el que la gente normal, el ciudadano a pie de calle, conoce perfectamente este hecho.
Se plantea así la reacción de la sociedad frente a unos individuos con poder suficiente para matar a quien deseen o delinquir a su libre albedrío sin que las personas corrientes puedan hacer nada para impedirlo.
¿Cómo reaccionar entonces ante este tipo de situación? ¿Sería esto suficiente para limitar los derechos individuales de estas personas? ¿Podrían limitarse estos derechos tan solo por la casualidad de haber nacido con esa circunstancia, antes incluso de haber cometido delito o infracción alguna?
Es indudable que después de cometido un delito estaría perfectamente justificada la acción de la justicia exactamente igual que sucede en la realidad. A este respecto no habría diferencias más allá de la dificultad de castigar al delincuente, que podría llegar a hacer necesario el empleo de una fuerza considerablemente mayor.
La justificación de este aumento en la fuerza coercitiva se encontraría perfectamente justificado si el mutante en cuestión hiciese uso de sus poderes, del mismo modo que está justificado emplear la fuerza necesaria para reducir a quien se resiste. De este modo seguiríamos entrando en el concepto de “fuerza necesaria” aunque en este caso fuese muy superior a la que se hace necesaria en la realidad.
El problema vendría para los supuestos en los que se pretenda detener –o, al menos, reducir los derechos- de personas que no han cometido delito o infracción alguna, tan solo por la peligrosidad de sus poderes.
En primer lugar recordemos que, si bien es cierto que en X-Men muchos mutantes pueden parecer peligrosos, también lo es que no escogieron serlo, sino que nacieron así. Es decir, se trataría de que determinadas personas serían vigiladas y controladas, cuando no detenidas, por el mero hecho de haber nacido diferentes. Con ello nos estaríamos acercando peligrosamente a situaciones de discriminación. Es cierto que en X-Men muchos mutantes tienen poderes más parecidos a armas de guerra que a mejoras físicas, y prácticamente todos los países regulan de alguna manera su tenencia, sin embargo no podemos equiparar una circunstancia innata, como es haber nacido con algún tipo de poder, con la compra de un arma, además de que el acceso a armas de fuego, pese a estar regulado, no supone una limitación de derechos de sus propietarios.
En segundo lugar se ha de tener en cuenta que en el mundo real puede llegar a haber importantes variaciones de fuerza entre distintas personas que, sin necesidad de tener poderes sobrenaturales, podrían llegar a aprovecharse de su fuerza –como de hecho ocurre en muchas ocasiones-. Con ello quiero poner de manifiesto que existen personas reales como Bruce Lee o Mike Tyson pueden llegar a ser mucho más peligrosos que mutantes con el poder de volar o de respirar debajo del agua. Sin embargo nadie se plantea jamás limitar los derechos de las personas que por cualquier motivo han nacido y/o se han convertido en potencialmente peligrosas (ni siquiera se ha planteado jamás con Chuck Norris, que es lo más parecido a alguien con poderes que existe en la realidad).
La solución a este problema podría ser valorar la peligrosidad en función del poder del individuo. Sin embargo en este punto deberíamos entrar a valorar en qué punto se debería poner el límite de peligrosidad. Pero esta valoración requeriría igualmente un control de los poderes, lo que haría necesario algún tipo de registro de mutantes, y esto supone por sí mismo una vulneración de derechos.
Igualmente en la valoración entraríamos en una pendiente resbaladiza. Alguien que vuela podría tener todos sus derechos, pero quizás a alguien con garras se le consideraría peligroso, aunque realmente no lo sea más que una persona con una navaja. Igualmente habría que considerar el objeto de protección para valorar la peligrosidad. Si se trata de la vida y la integridad física un mutante con la capacidad de teletransportarse no supondría un problema, mientras que si se defiende con el mismo ímpetu la propiedad quizás si sería necesario limitar sus derechos, por las facilidades que tendría para cometer robos.
En este punto hay que valorar un aspecto que rompería todos los esquemas convirtiéndose en un asunto de interés internacional, y es que en el mundo de los X-Men existen mutantes con poder suficiente para destruir el mundo. ¿Sería en este aspecto justificable algún tipo de acción previa aunque dicha persona sea un ciudadano modélico? Quizás sería aplicable para este caso una figura un tanto curiosa inventada por los Estados Unidos para justificar sus operaciones, la llamada “Legítima Defensa Preventiva” pero, si ya supone un concepto un tanto cuestionable, estaríamos de nuevo moviéndonos en un terreno de ambigüedad moral.
En definitiva, un universo como el planteado en X-Men alteraría sustancialmente los derechos humanos, haciendo tambalearse muchos de los principios de la sociedad moderna.